Imagina vivir en un piso en el que no necesitaras pijama de lana ni zapatillas de invierno, ni el aire acondicionado puesto todo el día en verano. Un piso en el que la ventana del dormitorio principal dejara asomar el sol desde primera hora, lo suficiente como para despertarte de buen humor, llegar en dos pasos hasta el baño y de ahí a la cafetera, todo sin encender ni una luz ni despertar a nadie.
En el que tuvieras no una, sino tres habitaciones grandes, de esas que se pueden amueblar sin la ayuda de un decorador de Ikea ni de un experto en Tetris.
Con un salón-comedor que, sin ser enorme, da para hacerse unos buenos selfies en familia, poner la cama de un Chihuahua o de un Dogo sin problemas, o dejar que los cuñados discutan cómodamente sobre política en navidad mientras los demás van a su aire.
Un piso con balcón (no un huerto urbano), de los de mesita, dos sillas y todos los mojitos que quieras.
Un piso sin ascensor, que si te quieres ahorrar el running de la mañana, un par de subidas al día te pondrán en forma. Que solo es una segunda planta, no te olvides. Es un piso grande y espacioso, como ya no se hacen, sin amueblar de origen.
¿Te lo estás imaginando? Y qué te hace sentir, ¿mariposas en el estómago o ganas de seguir buscando?
Porque si la respuesta son mariposas, llámanos ahora mismo y reserva una visita, que los pisos como este no son para indecisos.