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Colaboradora de Indomio.es/news
La Isla de Flores, en las Azores, es un auténtico paraíso natural. Con sus paisajes montañosos y su rica biodiversidad, este rincón es perfecto para quienes buscan tranquilidad y conexión con la naturaleza. Es la isla más occidental del archipiélago de las Azores y su corazón, el Macizo Central, alberga cráteres inundados que forman lagos naturales espectaculares.
La Isla de Flores, la más occidental de las Azores, combina montañas, valles profundos y costas escarpadas en apenas 142 km². Su geografía se divide entre el Macizo Central y la costa, ofreciendo paisajes volcánicos únicos.
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En el corazón de la isla, el Macizo Central destaca con cráteres volcánicos que hoy son lagos naturales. Morro Alto, con 914 metros, es su punto más alto, acompañado de otras cimas como Pico da Burrinha y Pico dos Sete Pés, que añaden aún más encanto a este fascinante rincón de Portugal.
Flores se caracteriza por un clima subtropical húmedo que asegura inviernos suaves y veranos agradables, gracias a la cálida corriente del Golfo y la cercanía del océano. Las temperaturas oscilan entre los 13,6°C en febrero y los 25,3°C en agosto, creando un ambiente perfecto para una vegetación exuberante durante todo el año.
Con hasta 240 días de lluvia al año, la isla se mantiene verde, ofreciendo un paisaje siempre lleno de vida y color.
La isla de Flores es un verdadero paraíso de biodiversidad, hogar de especies únicas que han evolucionado para adaptarse a sus condiciones. En verano, miles de hortensias pintan el paisaje de colores vibrantes, aunque su nombre proviene de la Solidago sempervirens, una planta traída por el viento.
Con montañas, climas diversos y hábitats únicos, Flores es un refugio natural que alberga aves, anfibios y reptiles en ecosistemas vitales para la conservación. Además, su inclusión en la Red de Reservas de la Biosfera de la UNESCO desde 2009 refuerza su compromiso con la sostenibilidad, equilibrando naturaleza y desarrollo.
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La economía de la Isla de Flores se apoya en gran medida en la agricultura, con cultivos como el taro y diferentes cereales que reflejan las tradiciones heredadas de los primeros colonos portugueses. Aunque estas prácticas siguen siendo parte esencial de su identidad, en los últimos años el turismo ha ganado terreno, convirtiéndose en un motor clave para la isla. Cada vez más visitantes llegan atraídos por sus paisajes y las múltiples experiencias al aire libre que ofrece este paraíso natural.
Miradores como Rocha dos Bordões o las Siete Lagoas regalan vistas panorámicas que quitan el aliento, mientras que senderos de la Isla de Flores, como Lajedo-Fajã Grande o Ponta Delgada, te invitan a explorar los rincones más escondidos de esta isla mágica. Ya sea para aventureros, amantes de la fotografía o quienes buscan reconectar con la naturaleza, Flores tiene algo especial. Con un buen mapa turístico en mano, recorrer sus carreteras y descubrir todos los secretos que esconde este paraíso verde es una aventura inolvidable.
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