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Colaboradora de Indomio.es/news
Barcelona es famosa por sus joyas arquitectónicas, cuyo padre fundador es el genio Antoni Gaudí. Entre sus admirables obras, además de la Sagrada Familia, se encuentra la Casa Milà.
Este edificio encarna la exuberancia y la innovación del movimiento modernista catalán. Además de ser una maravilla estética, la Casa Milà es un lugar cargado de historia que narra el contexto cultural y social de la Barcelona del siglo XIX. Conozcamos, pues, los orígenes de la Casa Milà, algunas curiosidades e información sobre cómo visitarla.
En el fervor cultural de la Barcelona de principios del siglo XX, el Passeig de Gràcia era el epicentro de la vida de la ciudad. Esta majestuosa calle no sólo albergaba las residencias de las familias más adineradas y ambiciosas, sino que también era el escenario de los principales teatros y cines de la ciudad, que se trasladaban hasta aquí, junto con los cafés y restaurantes más renombrados.
En 1905, los esposos Milà, fascinado por el prestigio del Passeig de Gràcia, decidieron comprar un vasto terreno y encargar a Antoni Gaudí la creación de su residencia, que dominaría el panorama: La Casa Milà.
La audacia de Gaudí para responder a las exigencias de la vida moderna, sin los límites impuestos por los materiales o las convenciones, se manifestó en la innovadora estructura del edificio, caracterizada por espacios amplios y luminosos. Sin embargo, la construcción no estuvo exenta de inconvenientes, como problemas financieros, litigios judiciales y constantes adaptaciones del diseño por parte del arquitecto.
A pesar de los incumplimientos de la normativa municipal y de los sobrecostes presupuestarios, la Casa Milà se alzó como un monumento de carácter, reconocido por la UNESCO en 1984 como Patrimonio de la Humanidad.
Hoy, tras años de abandono, la Casa Milà ha renacido como centro cultural de referencia, albergando un amplio abanico de actividades y espacios museísticos que encantan a los visitantes, además de convertirse en la sede de la Fundación Catalunya La Pedrera. Algunos pisos siguen siendo de uso residencial.
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El edificio, de seis plantas, se articula en torno a dos patios interiores de formas diferenciadas: uno circular y otro ovalado, así como un sótano, un altillo y una azotea que, en perfecta sintonía con la poética de Gaudí, poseen personalidad arquitectónica propia.
Columnas de ladrillo y piedra forman la estructura portante. Las tres fachadas del edificio, de piedra tosca labrada, crean un efecto de roca ondulada y rugosa, inspirado en la idea de un surgimiento rocoso modelado por el paso del tiempo y la intemperie. Este aspecto le ha valido al edificio el sobrenombre de «La Pedrera» («cantera» en catalán).
Los espacios interiores se han diseñado siguiendo criterios funcionales que favorecen la comunicación fluida entre las distintas partes del edificio, caracterizadas por geometrías curvilíneas que eliminan por completo los ángulos rectos.
Una de las principales peculiaridades es la cubierta, donde Gaudí ha creado un espacio a la vez funcional y estéticamente sorprendente: las treinta chimeneas, los dos lazos de ventilación y las seis salidas para las escaleras de servicio no son sólo elementos prácticos, sino verdaderas obras de arte, cada una con una forma única que armoniza con las demás.
Durante su construcción, La Pedrera fue objeto de burlas y críticas por parte de algunos. Su estilo arquitectónico modernista, audaz e innovador para su época, no siempre fue comprendido ni apreciado por todos. El edificio fue a menudo ridiculizado y comparado con un aparcamiento de Zeppelin.
Cuando el ayuntamiento descubrió transgresiones durante la construcción del edificio, envió a un inspector para advertir al constructor de tales infracciones.
En cuanto Antoni Gaudí tuvo conocimiento de esta advertencia, dio instrucciones muy precisas: si se cortaba alguna columna, debía colocarse una placa con la siguiente inscripción: «El trozo de columna que falta ha sido cortado por orden del Ayuntamiento».
Los esposos Milà mantuvieron numerosas discusiones con Gaudí por sus honorarios, hasta que los desacuerdos desembocaron en un litigio judicial. En los tribunales, Gaudí se impuso y los esposos tuvieron que hipotecar la Casa Milà para pagar las 105.000 pesetas al arquitecto, que luego las cedió a un convento.
Gaudí, por sus icónicas decoraciones con cerámica y vidrieras, recuperaba materiales de desecho.
La Pedrera fue la primera casa del paseo de Gràcia dotada de un aparcamiento subterráneo para carruajes.
La Pedrera está abierta todos los días del año, aunque el horario varía según la época. Del 1 de marzo al 3 de noviembre, el horario es de 9:00 a 20:30 horas, mientras que del 4 de noviembre al 28 de febrero es de 9:00 a 18:30 horas.
Puede llegar a La Pedrera utilizando el transporte público, tomando la línea 3 (verde) y la línea 5 (azul) del metro y bajando en Diagonal.
El precio del billete es de 28 euros para adultos mayores de 17 años. Los niños menores de 7 años entran gratis, mientras que hay reducciones para visitantes de entre 7 y 17 años y para adultos mayores de 65, así como para residentes.
La Casa Milà acoge a menudo actos culturales o exposiciones en su interior.
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