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Responsable de comunicación en Indomio España
Estamos en Francia y es en la primera mitad del siglo XVIII, cuando nace y se desarrolla el estilo rococó, cuyas particulares características siguen influyendo en determinados estilos de mobiliario.
Descubramos qué es, en qué clima social y cultural creció y por qué, en definitiva, duró tan poco.
El llamado Rococó, o periodo rococó, se sitúa en los años comprendidos entre la muerte del rey Luis XIV, conocido como el Rey Sol, y la Revolución Francesa, es decir, entre 1715 y 1789.
Durante esta época, con la regencia hasta la mayoría de edad del rey sucesor Luis XV y un nuevo espíritu cultural animado por la Ilustración, la presencia de la burguesía comenzó a afirmarse en las artes: ya no era sólo la nobleza la que contrataba a artistas y artesanos, la burguesía también quería mostrar su poder adquisitivo.
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El arte rococó, aplicado tanto a la arquitectura como al mobiliario y la moda, se caracteriza por un exceso de opulencia en una especie de reelaboración de motivos decorativos ya presentes en el Barroco, como:
La primera aparición del estilo rococó fue en Versalles, pero entre las mejores expresiones de este estilo se encuentra la Galería Dorée del Hôtel de Toulouse en París, que hoy alberga el Banco de Francia. El estilo pronto se extendió de Francia al resto de Europa.
Ejemplos interesantes son el palacio de Sanssouci en Potsdam, no lejos de Berlín, el castillo de la Soledad en Stuttgart y el santuario de Wies en Baviera.
Ni siquiera Italia permaneció inmune a la fascinación del estilo rococó, que se extendió sobre todo en las regiones septentrionales más próximas a Francia, mientras que las zonas centrales y meridionales permanecieron más tiempo ligadas al estilo barroco.
Entre los arquitectos que lo utilizaron a fondo se encuentran Luigi Vanvitelli y Filippo Juvarra, arquitecto de la familia Saboya, que diseñó la Palazzina di Caccia en Stupinigi, la Basílica de Superga, el Palazzo Madama de Turín y la Reggia di Venaria Reale.
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La arquitectura de jardines también se vio influida por las características del estilo rococó, sobre todo en la evolución de la rocaille, una particular decoración de espacios verdes que añadía elementos que imitaban la naturaleza, como grutas con falsas estalactitas y concreciones de conchas.
La opulencia del Rococó también encontró un terreno fértil en la decoración de interiores, que dio amplia cabida a elaboradas lámparas de araña, suntuosos espejos, motivos florales, objetos de porcelana e incluso estuco y oro, brocados, pasamanerías y telas bordadas.
Con el advenimiento de la Revolución Francesa y el declive de la monarquía, el esplendor del estilo rococó también llegó a su fin. En el nuevo mundo surgido de las cenizas de la Revolución ya no hay lugar para los excesos.
Movimientos artísticos animados por nuevas corrientes culturales comienzan a abrirse paso y las líneas limpias del Neoclasicismo se imponen.
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