Colaboradora de Indomio.es/news
En la ciudad de Nueva York hay más de 7.000 edificios de más de 35 metros de altura y 101 superan los 198 metros. Entre ellos destaca una torre de diseño arquitectónico que se sale de lo convencional, no tiene ni una sola ventana.
Conocido en el pasado como el Long Lines Building, hoy se llama 33 Thomas Street debido a su ubicación, situado en el barrio neoyorquino de Tribeca, en el Bajo Manhattan; Entre edificios históricos y pintorescas tiendecitas, destaca este imponente edificio de 169 metros de altura, construido en hormigón y diseñado por el arquitecto estadounidense John Carl Warnecke en 1969 para la empresa de telecomunicaciones AT&T. Su objetivo era albergar un complejo de oficinas. Pero, ¿Qué se esconde en su interior?
Apodado «Proyecto X«, el objetivo era construir un rascacielos capaz de resistir la explosión de una bomba atómica. Además, estaría preparado para abastecer de agua y comida a 1500 personas, durante dos semanas, en caso de catástrofe. Y contaría con 950.000 litros de combustible para que la maquinaria pudiera seguir funcionando sin problemas.
Cuando se inauguró, el Long Lines Building acogió la sede de AT&T, una de las compañías de telecomunicaciones más importantes de Estados Unidos que procesa llamadas telefónicas de larga distancia. Sin embargo, muchos van más allá en lo que esconde este edificio. Su ubicación es un argumento más para incidir en las miles de teorías que envuelven a este edificio de misterio. Casualmente, se sitúa junto a las oficinas del FBI en Nueva York.
Como hemos visto, este rascacielos sin ventanas se diseñó siguiendo criterios de seguridad excepcionales para garantizar la continuidad de las líneas telefónicas incluso en casos de emergencia extrema. El resultado es un diseño austero y monolítico, hecho de hormigón y revestido de granito. La ausencia de ventanas no sólo contribuye a su seguridad, sino que también preserva el aislamiento térmico de los espacios interiores de sus 29 plantas, que albergan valiosos equipos electrónicos.
Además de las torres que emergen de su planta rectangular y contienen conductos de ventilación, escaleras y ascensores, el edificio alberga también tres plantas subterráneas que pueden servir de búnkeres para más de 1.500 personas, proporcionándoles alimentos, agua y una importante reserva de combustible para alimentar generadores durante quince días.
Sin embargo, el misterio y la fascinación que rodean a esta estructura se han visto alimentados por su inaccesibilidad, la falta de detalles sobre sus actividades internas y la ausencia total de comunicación con el mundo exterior: en 2016, por ejemplo, The Intercept llevó a cabo una investigación que sugería que el edificio AT&T Long Lines podría haber sido uno de los principales centros de vigilancia de la Agencia de Seguridad Nacional en Estados Unidos.
Lo que ahora sabemos sobre este edificio se lo debemos principalmente a los esfuerzos del fotógrafo Stanley Greenberg, un artista de 60 años que recientemente compartió una serie de fotos tomadas en septiembre de 1992 durante una visita al 33 de Thomas Street. En aquella época, antes de los atentados del 11-S, las medidas de seguridad eran menos estrictas, y AT&T le permitió visitar el edificio para que pudiera reunir material para el libro en el que estaba trabajando titulado «Nueva York invisible». Sin embargo, las imágenes tomadas en aquella ocasión nunca formaron parte del libro, y permanecieron inéditas para los medios de comunicación hasta hoy.