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La Plaza de San Pedro, corazón palpitante del Vaticano y uno de los lugares más emblemáticos de Roma, nunca deja de sorprender. Visitada por millones de personas cada año, esta extraordinaria plaza diseñada por Bernini no es sólo una obra maestra de la arquitectura y la espiritualidad, sino que también esconde una serie de ilusiones ópticas diseñadas para asombrar y maravillar al observador. No todo el mundo sabe que el genio de Bernini jugó hábilmente con la perspectiva y la geometría, creando efectos visuales que hacen que la experiencia del visitante sea única e irrepetible.
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En este artículo, exploramos las ilusiones ópticas de la Plaza de San Pedro. ¿Preparado para descubrir detalles que quizá hayas pasado por alto durante tu visita?
Entre las ilusiones más famosas de la Plaza de San Pedro figura la relacionada con la columnata monumental compuesta por 284 columnas. Situándose exactamente en el centro de la columnata, en el punto marcado por un grabado en el suelo, se puede observar un sorprendente efecto óptico: las cuatro filas de columnas parecen alinearse perfectamente, fundiéndose en una sola fila.
Este refinado efecto de perspectiva, fruto de los meticulosos cálculos geométricos de Bernini, no termina aquí. Al desplazarse alrededor del cuadrado, las columnas parecen acercarse y alejarse, creando una ilusión de movimiento que encanta al espectador y revela la habilidad con la que el artista manipuló el espacio y la percepción.
Otra extraordinaria ilusión óptica que esconde la Plaza de San Pedro es la forma convexa de las 284 columnas de la columnata. Este detalle, invisible a distancia, sólo se hace evidente al acercarse a las propias columnas: un efecto especialmente diseñado para realzar la majestuosidad de toda la estructura. Gracias a esta curvatura, se crea un fascinante juego de luces y sombras que anima la plaza de forma única, sobre todo a medida que cambian las horas del día. La forma convexa, lejos de ser un mero elemento estructural, se revela así como una impresionante ilusión óptica, una elección arquitectónica que realza aún más la visión de conjunto concebida por Bernini.
Para captar esta fascinante ilusión óptica, hay que situarse en el centro exacto de la plaza de San Pedro, detrás del obelisco. Desde allí, mirando a la fachada de la Basílica, se observa cómo tres elementos distintivos –la esfera dorada que se eleva sobre la cúpula y los dos hitos de los arcos laterales– dibujan un triángulo. Normalmente, esperaríamos que esta composición variara con el cambio de perspectiva; sin embargo, sorprendentemente, permanece intacta.
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Este curioso efecto visual es el resultado de la particular inclinación de las ventanas de la Basílica, que distorsionan la percepción visual. Gracias a esta estructura, las ventanas parecen «moverse» al ritmo de la mirada del observador, dando la ilusión de que la cúpula se desplaza ligeramente a derecha o izquierda, como si flotara entre las estatuas.
Observando de cerca el grupo de columnas que enmarcan la puerta principal de la plaza de San Pedro, se puede apreciar un curioso fenómeno: las columnas parecen variar de color. Sin embargo, este efecto no se debe a una diferencia real de color entre las columnas, sino a un sofisticado juego de luces y sombras diseñado con gran precisión. Gracias a cálculos matemáticos exactos y a una cuidadosa evaluación de la incidencia de la luz natural, las columnas adquieren tonalidades diferentes según el ángulo y la hora del día. Este efecto acentúa la sensación de profundidad y movimiento, envolviendo al espectador en una experiencia visual que va más allá de la mera observación arquitectónica y convirtiendo la estructura en un magistral ejemplo de arte ilusionista.