Responsable de comunicación en Indomio España
La arquitectura neoclásica constituye un majestuoso testimonio del renacimiento de la belleza antigua en el arte y es una de las expresiones más fascinantes de la historia de la arquitectura. Impregnado de referencias clásicas, este movimiento dio forma a ciudades y paisajes, dejando una huella indeleble en el tejido urbano de muchas sociedades.
Mediante el uso de elementos arquitectónicos icónicos, una simetría impecable y un guiño a la grandeza de la Antigüedad, el estilo neoclásico ha cautivado la imaginación de arquitectos, críticos y amantes del arte durante siglos.
Durante la segunda mitad del siglo XVIII y las primeras décadas del XIX, se extendió por toda Europa un ferviente movimiento cultural que trajo consigo una nueva forma de concebir el arte y la arquitectura. Este movimiento, intrínsecamente ligado a las ideas de la Ilustración, la ideología de la época, tomó forma en el Neoclasicismo: una expresión artística que se proponía como reacción al Barroco y como retorno a la estética del arte antiguo.
En el centro de este fermento intelectual, la Ilustración promovió la razón como fuente de emancipación humana, influyendo profundamente en la producción artística de la época. Fue Johann Joachim Winckelmann, arqueólogo y erudito, junto con Anton Raphael Mengs, pintor de la corte, quienes esbozaron las bases del pensamiento racionalista que guiaría el Neoclasicismo.
Winckelmann, en particular, elevó el arte griego a un papel central en el concepto de belleza absoluta, utilizándolo como punto de referencia para evaluar el ideal estético. Los descubrimientos arqueológicos de Pompeya y Herculano alimentaron un creciente interés por las ruinas antiguas, lo que condujo a una investigación más profunda de la belleza y la perfección del arte clásico. Sin embargo, el atractivo del arte clásico no se limitaba exclusivamente a la antigua Grecia. Mengs, por ejemplo, también encontró inspiración en la obra del Renacimiento italiano, sobre todo en los frescos de Rafael, e incorporó elementos de este estilo al Neoclasicismo.
En Italia, tierra rica en tradición artística, surgieron destacados arquitectos que abrazaron plenamente los principios del Neoclasicismo. Luigi Vanvitelli y Giuseppe Piermarini fueron dos figuras clave, precursores de este movimiento que dejaría una huella indeleble en la historia de la arquitectura. A través de sus obras, el Neoclasicismo encontró su plena expresión, encarnando el ideal de belleza, orden y proporción que caracterizó este periodo de renovación cultural y artística.
LEE TAMBIÉN: El Barroco en la arquitectura: historia y características
En la arquitectura neoclásica reina la simetría. Los edificios de este estilo se caracterizan por una organización meticulosa en torno a un eje central, donde cada detalle está cuidadosamente dispuesto a ambos lados, creando una armonía visual impecable. Las proporciones son fundamentales: las fachadas se estudian con precisión, las columnas se distribuyen uniformemente y todo contribuye a crear una sensación de equilibrio estético que llama la atención. Este rigor compositivo no es sólo una cuestión de estética, sino que también refleja el ideal de orden y racionalidad típico de la época de la Ilustración, en la que se inspira el Neoclasicismo.
Los edificios neoclásicos adoptan con entusiasmo los elementos distintivos del clasicismo, que les confieren una imponente elegancia. Las columnas, parte fundamental de esta estética, pueden ser de distintos tipos: desde las austeras columnas dóricas, con sus capiteles sencillos y sin adornos, pasando por las más delicadas columnas jónicas, distinguibles por sus capiteles esculpidos con elegantes volutas, hasta las refinadas columnas corintias, coronadas con capiteles adornados con hojas.
Los edificios neoclásicos se distinguen por su preferencia por las líneas limpias y las formas geométricas esenciales, que les confieren una elegancia atemporal. Las estructuras suelen adoptar formas sencillas, a menudo rectangulares o cuadradas, que expresan una sensación de orden y armonía. Los arquitectos de este periodo, inspirados en la antigua Grecia y Roma, adoptaron el uso de elementos arquitectónicos icónicos como las cúpulas y los arcos, que añaden un toque de grandeza y magnificencia a los edificios neoclásicos. Las cúpulas, con su majestuosa presencia, se utilizan a menudo para coronar edificios, mientras que los arcos pueden emplearse para crear arcadas o imponentes entradas.
Las fachadas de los edificios neoclásicos suelen distinguirse por su color blanco o claro, un homenaje a la pureza y sencillez de los monumentos clásicos de las antiguas Roma y Grecia. Esta elección cromática no es casual, ya que subraya el vínculo con los ideales estéticos y culturales de las civilizaciones antiguas que inspiraron el movimiento neoclásico.
Los frontones, de forma triangular, se colocan en la parte superior de las fachadas de los edificios; son una característica icónica y recurrente de la arquitectura neoclásica. Además de los frontones, los pórticos son otra característica común de la arquitectura neoclásica. Estos pórticos, compuestos por columnas regularmente espaciadas, se utilizan a menudo para crear espacios exteriores cubiertos que sirven de entradas monumentales. Las columnas, con sus capiteles y fustes estriados, contribuyen a definir el carácter clásico e imponente de estos pórticos, que a menudo se convierten en elementos focales de las fachadas de los edificios neoclásicos.
Aunque la arquitectura neoclásica es conocida por su sobriedad y sencillez en comparación con estilos anteriores, no faltan elementos decorativos en relieve que enriquecen las fachadas de los edificios. Entre ellos, los frisos y las cornisas desempeñan un papel importante. Los frisos, a menudo situados sobre las columnas o a lo largo de las cornisas de los edificios, representan una de las formas decorativas más emblemáticas del neoclasicismo. Pueden representar escenas mitológicas o motivos florales y geométricos. Los marcos suelen colocarse alrededor de ventanas, puertas o a lo largo del perímetro de las fachadas. Pueden estar decorados con motivos esculpidos o tallados, que añaden profundidad y detalle a los principales elementos arquitectónicos del edificio.
En Europa, la arquitectura neoclásica brilla en numerosas obras de gran esplendor. La Puerta de Brandeburgo de Berlín, con su estilo dórico y sus zócalos romanos, es un icono en Alemania. En Italia, la Villa Reale de Monza y el Teatro alla Scala de Milán son testigos de la elegancia neoclásica, al igual que el Teatro San Carlo y la Basílica di San Francesco di Paola en Nápoles.
En el ámbito de la arquitectura sacra, el Panteón de París, diseñado por Jacques-Germain Soufflot entre 1757 y 1791, sigue siendo un ejemplo supremo. Otras obras maestras son el Museo Británico de Londres, el Museo del Prado de Madrid y el Royal Crescent de Bath.
LEE TAMBIÉN: Los 15 arquitectos más famosos de todos los tiempos