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Responsable de comunicación en Indomio España
Imaginemos que nos encontramos en medio del gélido Ártico, rodeados de un paisaje nevado y con temperaturas que descienden vertiginosamente bajo cero. Lo primero que se nos ocurriría sería buscar refugio para protegernos del frío y del viento. ¿Y qué podría ser más icónico que un iglú, la vivienda típica de los inuit? Pero, ¿por qué no hace frío en los iglús y cómo es posible que no se derritan?
¿Estamos seguros de que los iglús son realmente un buen refugio? ¿No será muy fría una casa de hielo? ¿Y no se derretirá al intentar calentarnos?
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Desterremos un mito de inmediato: dentro de los iglús no hace tanto frío como se piensa. Al contrario, la temperatura puede alcanzar incluso los 15-20 grados centígrados, gracias al calor corporal de los habitantes y al aire contenido en los bloques de hielo, que actúa como aislante térmico.
Pero vayamos por orden e intentemos entender juntos por qué esto es posible.
En primer lugar, es esencial comprender que el aire es un excelente aislante térmico. Esto significa que impide que el calor se disipe. En un doble acristalamiento, por ejemplo, el aire atrapado entre los dos cristales contribuye a mantener constante la temperatura interior.
El mismo principio se aplica a los iglús. El aire contenido en los bloques de hielo impide que se escape el calor producido por el cuerpo de sus habitantes, manteniendo así una temperatura agradable en el interior.
Pero eso no es todo. El viento también desempeña un papel importante. Los vientos polares soplan a temperaturas muy bajas, de hasta -50ºC. Esto mantiene la temperatura de la pared exterior del iglú muy baja en todo momento, evitando que el hielo se derrita.
¿Y si queremos encender fuego dentro del iglú? ¿No se derretiría todo? La respuesta es no. El fuego calentará aún más la habitación, pero no derretirá las paredes. Esto se debe a que el aire caliente del fuego se enfría rápidamente al entrar en contacto con el hielo, impidiendo que los bloques se derritan. De hecho, el calor del fuego incluso funde la parte más externa de los ladrillos, creando una capa de hielo aun más resistente.
Construir un iglú no es tarea fácil y requiere varias horas de esfuerzo. Normalmente, se empieza con una superficie de nieve compacta, sobre la que se cortan los bloques de hielo. A continuación, se disponen en espiral, creando una estructura en forma de cúpula.
Es importante crear una ligera pendiente en la parte superior de cada fila de ladrillos para facilitar la construcción de la cúpula. Se utiliza nieve fresca entre los ladrillos para «cementarlos» y crear una estructura fuerte y sólida.
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El último ladrillo, el que cierra la cúpula, es el más difícil de colocar. Una vez terminada la estructura, se recorta una puerta de entrada y se excava un «foso frío» justo al lado de la entrada. Esta fosa crea una especie de sifón natural para el aire frío, impidiendo que entre en el iglú.
Por último, se perforan pequeños agujeros alrededor del iglú para garantizar un intercambio de oxígeno adecuado.
Los inuit son auténticos expertos en la construcción de iglús. Para ellos, el iglú no es sólo un refugio, sino un verdadero símbolo de su cultura y su conexión con la naturaleza.
Construir un iglú es una actividad que requiere cooperación y conocimiento de la tierra. Los inuit transmiten las técnicas de construcción de generación en generación, adaptándolas a las distintas condiciones ambientales.
Hoy en día, los iglús se utilizan principalmente como refugios temporales durante las excursiones de caza o las exploraciones. Sin embargo, en algunas comunidades inuit, el iglú sigue considerándose un verdadero hogar, especialmente durante los meses de invierno.
El iglú representa un patrimonio cultural y arquitectónico único, testimonio del ingenio del hombre y de su capacidad para adaptarse al entorno. Es importante preservar esta tradición apoyando a las comunidades inuit y fomentando el conocimiento y la apreciación de su cultura.
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