Responsable de comunicación en Indomio España
Cada año, con la llegada del otoño, se produce el cambio entre el horario de verano y el horario estándar, momento que señala el final de la temporada estival y la vuelta a días más cortos. En 2024, el cambio al horario de verano tendrá lugar en la noche del sábado 26 al domingo 27 de octubre, precisamente a las 3 de la madrugada, cuando las agujas del reloj deberán retrasarse una hora. Este cambio supondrá días con una hora más de luz por la mañana, pero tardes que caerán más rápidamente en la oscuridad.
La adopción del horario de verano y la hora estándar tiene su origen en 1784, cuando fue Benjamin Franklin quien teorizó esta solución para Estados Unidos en un intento de ahorrar energía. Durante la época estival, el horario de verano aprovecha al máximo las horas de luz solar, retrasando la puesta de sol y, en consecuencia, reduciendo el consumo de electricidad para la iluminación. Con la vuelta al horario de verano en otoño, en cambio, se intenta adaptar mejor las horas de luz al ritmo natural de la vida cotidiana, sobre todo por la mañana, cuando los días se hacen progresivamente más cortos.
LEE TAMBIÉN: Decoración de otoño, ideas y tendencias para la casa
Al cambiar a la hora estándar, las agujas deben atrasarse una hora. Esto significa que a las 3 de la madrugada de la noche del 26 al 27 de octubre, el reloj volverá a indicar las 2 de la madrugada. Hoy en día, muchos dispositivos electrónicos, como teléfonos inteligentes, ordenadores y relojes digitales, realizan este cambio automáticamente, así que no debes de hacer nada. Sin embargo, para los relojes analógicos o los que no están conectados a Internet, será necesaria la intervención manual.
Aunque el cambio al horario de verano implica la «ganancia» de una hora de sueño, este cambio puede afectar al ritmo circadiano, sobre todo en los primeros días. Los estudios demuestran que el organismo tarda una media de uno a tres días en adaptarse al nuevo horario. Algunos pueden experimentar ligeras alteraciones del sueño o cambios de humor, pero la mayoría de las personas consiguen recuperarse rápidamente sin consecuencias particulares.
Aunque el cambio entre el horario de verano y el de invierno ha estado motivado históricamente por cuestiones de ahorro energético, la eficacia de esta medida se ha cuestionado en varias ocasiones. Con la llegada de las nuevas tecnologías y el aumento de la eficiencia energética, el impacto del cambio de hora en el consumo de energía es ahora menos significativo que en el pasado. Sin embargo, en muchos países, incluidos los de la Unión Europea, se sigue observando esta práctica, aunque se está debatiendo su eliminación definitiva en el futuro.
LEE TAMBIÉN: Cómo elegir la posición de la cama en la habitación para dormir bien
En los últimos años, la Unión Europea ha iniciado un debate sobre la supresión del cambio entre el horario de verano y el de invierno. En 2019, el Parlamento Europeo votó a favor de una propuesta que daría a cada Estado miembro la opción de adoptar el horario de verano o de invierno de forma permanente. La decisión final debía aplicarse en 2021, pero debido a las diferencias entre países y a las consecuencias de la pandemia de Covid-19, la medida se pospuso. Por lo tanto, para 2024, el cambio de hora sigue confirmado.
Para minimizar los efectos del cambio de hora en el ritmo diario, los expertos recomiendan adaptarse gradualmente a la nueva hora. Por ejemplo, adelantar unos minutos las actividades nocturnas puede facilitar la transición. Además, es útil exponer el cuerpo a la luz natural durante el día, sobre todo por la mañana, para ayudar a sincronizar el ritmo circadiano con la nueva hora.