Responsable de comunicación en Indomio España
En España lo sabemos bien: todos los productos de calidad deben conservarse de forma cuidadosa y específica para no perder las peculiaridades que los hacen únicos en el mundo. El aceite de oliva no es una excepción: es una de las señas de identidad de nuestras tierras, especialmente de aquellas en las que el calor del sol y el aire puro proporcionan las condiciones ideales para el crecimiento de los árboles frutales en los extensos olivares.
Ya sea el producto clásico del proceso de prensado o el extraído por centrifugación, el aceite de mesa (especialmente su apreciada variante de aceite de oliva virgen extra) necesita una ubicación y un contexto medioambiental muy específicos para mantener el inconfundible sabor que lo lleva a ser exportado desde nuestro país a todos los rincones del mundo.
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En primer lugar, conviene saber cuáles son los enemigos del aceite de oliva. El contacto prolongado con estos factores conduce a una inevitable degradación de la calidad del producto, que acaba perdiendo algunos componentes esenciales de su sabor. Hablamos del oxígeno (antagonista número uno), la luz -sobre todo la directa del sol, pero también la artificial- y el calor, especialmente el producido por fuentes domésticas como ventiladores y radiadores.
Dicho esto, es fácil comprender por qué todos los grandes productores de aceite aconsejan a los compradores que almacenen el producto en estancias que tiendan a ser oscuras y no estén expuestas a cambios de temperatura. La temperatura ideal para conservar un aceite de calidad oscila entre los 12°C y los 18°C.
Dada su repelencia a la luz, el mejor recipiente para guardar el aceite de oliva es sin duda la lata, que no permite que los rayos externos penetren en el envase, preservando así el líquido de su interior. Sin embargo, esto se aplica específicamente cuando se trata de grandes cantidades de aceite, que de hecho se transportan dentro de este material cuando pasa de las almazaras a los almacenes de la gran distribución.
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En casa, en cambio, la solución ideal es la clásica botella de cristal que vemos en las mesas de familias y restaurantes. Esto se debe a que -además de la practicidad de encontrar recipientes de este material- el vidrio garantiza altos niveles de seguridad higiénica. Además, es perfecto para repeler los olores desagradables que pueden producirse en cocinas y sótanos donde a menudo se almacena el aceite de oliva a la espera de ser utilizado.