Colaboradora de Indomio.es/news
Sentir frío en el cuerpo ocasiona multitud de desajustes. Expertos de la Universidad de Gales del Sur respondieron a esta pregunta estudiando las reacciones de nuestro cuerpo expuesto a bajas temperaturas y una gran humedad.
El resultado del estudio a continuación.
Vivir en una casa sin calefacción provoca una disminución del diámetro de los vasos sanguíneos, fenómeno conocido como «vasoconstricción«, que dificulta la circulación normal de la sangre, lo que se traduce en un aumento de la presión arterial. El organismo se vuelve más vulnerable a los agentes patógenos y, por tanto, está más expuesto a la posibilidad de enfermar.
Además, las bajas temperaturas de manera constante hace que la sangre se vuelva más espesa porque aumentan los niveles de la proteína fibrinógeno responsable de su coagulación. Una sangre menos fluida conlleva un mayor riesgo de formación de coágulos y somete al sistema cardiovascular a una tensión excesiva. Los hipertensos y los ancianos son los más expuestos.
Además, mantenerse en casa, encerrado a bajas temperaturas ocasiona:
Tras una exposición prolongada y constante al frío, aumentan los riesgos de:
La Organización Mundial de la Salud recomienda una temperatura constante en el hogar no superior a 20 grados, con una tolerancia de 2 grados por encima y por debajo, por lo que lo ideal es entre 18 y 22 grados. Lo mejor es evitar una configuración climática demasiado diferente entre el interior y el exterior.
Respecto a la humedad, los valores varían mucho según las estaciones, durante el invierno, lo mejor sería mantener un buen nivel de humedad dentro de una habitación con calefacción, para evitar la sequedad de las mucosas del sistema respiratorio. Durante esta estación, el nivel de humedad nunca debe bajar del 40% ni subir por encima del 60%.
En verano, sin embargo, las habitaciones refrigeradas deben tener un humedad inferior.