
Responsable de comunicación en Indomio España
Colocar el suelo de una casa es un trabajo de construcción complejo y delicado. La estanqueidad del suelo y las posibles filtraciones de aire o humedad dependen de las técnicas, los materiales y la mano de obra.
Sin embargo, existen otros métodos de colocación del suelo más sencillos, más eficaces a lo largo del tiempo y más prácticos de mantener.
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El suelo flotante o tarima flotante es una de las soluciones más interesantes. También se conoce como «suelo elevado«, y supone un menor coste y varias ventajas. Veamos cuáles.
Durante los montajes escénicos en el teatro, se puede observar que debajo del escenario suele haber un espacio libre, normalmente denso de cables y elementos escénicos que aparecen durante el montaje. El suelo flotante sigue el mismo principio. Consiste en paneles de tamaño estándar, colocados sobre una estructura metálica con ganchos ajustables.
Al igual que en el teatro, el suelo flotante crea una cavidad llamada «plenum«, por lo que también se denomina «suelo elevado».
Un suelo elevado suele asociarse a un suelo flotante, que en realidad es ligeramente diferente.
Un suelo flotante o tarima flotante se coloca según el mismo principio que un suelo elevado, pero a diferencia de este último, no descansa sobre una estructura metálica de soporte.
En el flotante, la superficie del suelo descansa sobre una capa intermedia blanda, denominada colchón, que suele estar fabricada con materiales aislantes acústicos y térmicos.
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En la capa más profunda también puede haber un suelo antiguo que ya existiera antes de colocar el nuevo.
Una tarima flotante o suelo flotante puede ser conveniente y ventajoso porque:
No es necesario romper el pavimento existente, lo que ahorra mucho tiempo y dinero durante las obras de renovación.
La instalación de un revestimiento de suelo tradicional requiere una media de 5/6 días de obras en una habitación grande.
Los distribuidores y diseñadores ofrecen numerosas soluciones estéticas, hasta el punto de que este tipo de suelo también encaja en el hogar, no sólo en las oficinas.
El material más popular es el gres porcelánico, disponible en numerosas variantes geométricas y estéticas. Se puede elegir entre baldosas de efecto madera o piedra, pero también mármol, cemento y muchas otras soluciones.
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Las baldosas se colocan entrelazadas, sobre la estructura metálica. Gracias a esta característica sostenible, se puede desmontar y volver a montar fácilmente.
Pesa menos, por lo que tiene menos impacto en el piso inferior.
Los trabajos en cableados o tuberías rotas son menos costosos y más fáciles, ya que no tenemos que romper el suelo, sino simplemente desmontar los paneles.
El espacio creado bajo las baldosas es lo suficientemente grande como para alojar los tubos de la calefacción.
La alfombrilla inferior es fonoabsorbente (aislamiento acústico), por lo que suaviza las pisadas, y es adecuada cuando se vive en bloques de pisos.
Pero también es un muy buen aislante térmico, por lo que limita al máximo las posibles pérdidas de calor.
Los materiales disponibles (laminado, madera o PVC) limitan el posible hinchamiento o levantamiento, por lo que el suelo flotante es adecuado:
No hay desventajas particulares en un suelo flotante. Sin embargo, especialmente en el caso de la colocación sobre suelos antiguos ya existentes, es importante que no haya desniveles o grietas que puedan hacer inestable la estructura metálica, o la estera en el caso de un suelo flotante.
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Además, no hay que subestimar la limpieza y el mantenimiento.
Los costes de instalación son reducidos en comparación con los suelos tradicionales, que requieren más días de trabajo.
Los precios de los materiales pueden oscilar entre los 5/20 euros por metro cuadrado (para baldosas de laminado, caucho, madera y PVC) y los 40/50 euros del gres porcelánico.
Otras soluciones más elaboradas y valiosas, como el mármol o el granito, pueden elevar el coste hasta los 100 euros.