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La historia de la iluminación artificial es fascinante y se remonta a las primeras décadas del siglo XIX, cuando se inventó la primera lámpara eléctrica. En 1813, el químico británico Humphry Davy introdujo por primera vez una forma primitiva de lámpara eléctrica, pero no fue hasta 1878, con Wilson Swan, inventor y físico británico, cuando llegó el verdadero éxito de la iluminación eléctrica.
Swan inventó la lámpara incandescente, que consistía en una bombilla de vidrio hueco con un hilo de carbono en su interior que se iluminaba mediante el paso de corriente eléctrica. Este sistema, aunque revolucionario, no estaba exento de defectos: el hilo de carbono producía rápidamente hollín, que se depositaba en el cristal del interior de la bombilla, reduciendo la eficacia de la lámpara y consumiendo una gran cantidad de electricidad.
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Thomas Edison introdujo mejoras significativas en la bombilla incandescente en 1879. Utilizando un filamento fino y muy resistente, Edison consiguió producir una bombilla más eficiente que no se ennegrecía internamente, manteniendo así una luminosidad constante.
Por este motivo, a menudo se atribuye a Edison la invención de la primera bombilla incandescente realmente funcional y duradera.
Los avances continuaron en 1900 con la introducción del filamento de tungsteno, que sustituyó al filamento de algodón. Este nuevo material, inmerso en un gas inerte en el interior de la bombilla, mejoró aún más la eficacia y la vida útil de las bombillas incandescentes, estableciendo la norma que seguiría utilizándose durante muchos años.
Con el tiempo, la evolución de la iluminación no se detuvo en la tecnología incandescente. Hacia 1950 se introdujeron las lámparas halógenas, que superaron muchas de las limitaciones anteriores. Estas lámparas, que contenían un gas halógeno, permitían que el filamento trabajara a temperaturas más altas, proporcionando una luz más brillante y una vida más larga. Sin embargo, con la llegada de la preocupación medioambiental y la necesidad de reducir el consumo de energía, la Unión Europea decidió prohibir las bombillas halógenas a partir del 1 de septiembre de 2018.
Las lámparas fluorescentes, introducidas antes que las halógenas, ofrecían una eficiencia luminosa aún mayor y eran ideales para su uso en entornos que requerían una iluminación continua. Su larga vida útil, de hasta 10.000 horas, las convirtió en una opción popular para la iluminación de exteriores e interiores.
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La novedad más reciente en iluminación son las lámparas LED. Estas lámparas se han ido adoptando gradualmente en las últimas décadas, empezando por su implantación en semáforos y alumbrado público, y extendiéndose después a establecimientos comerciales y viviendas particulares.
Gracias a su increíble eficiencia energética, que permite ahorrar hasta un 80% en comparación con las bombillas incandescentes, y a su larga vida útil de hasta 100.000 horas, las lámparas LED son actualmente la opción más sostenible y económica para la iluminación.
La iluminación ha recorrido un largo camino, pasando por importantes innovaciones tecnológicas que han mejorado la calidad de la luz y también han contribuido a una mayor sostenibilidad medioambiental.