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Imagina una pared que pasa suavemente de un color intenso a un tono más claro, creando un llamativo juego de luces y sombras. Es el efecto degradado o dégradé, inspirado en las técnicas pictóricas del Renacimiento, que se ha convertido en un imprescindible del interiorismo, gracias a su capacidad para dar profundidad y refinamiento a cualquier estancia. Descubramos cómo conseguirlo, para dar un toque de arte y armonía a sus paredes.
Algunos lo llaman «difuminado«, otros «Dégradé«, pero en cualquier caso el efecto degradado es una técnica inspirada en la obra de pintores renacentistas de la talla de Leonardo da Vinci. Éstos utilizaban el «sfumato» para suavizar los contornos y las sombras en sus cuadros. En la decoración de interiores, la transición suave y gradual de tonos más oscuros a más claros (o viceversa), sin líneas divisorias claras, crea una atmósfera sofisticada y armoniosa, capaz de transformar una simple pared en un elemento de diseño que atrae la atención pero no es demasiado intrusivo. El resultado es dinámico y añade profundidad y carácter al entorno.
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Sólo hay una regla ineludible: ¡pinta sin reglas! No prestes atención al tamaño del pincel ni a la consistencia de sus cerdas, olvídate de las técnicas tradicionales de pintura y entrégate al encanto imperfecto que sólo puede proporcionar la pintura a mano alzada. Así pues, mezcla, sombrea y difumina el color como y cuanto quieras, da rienda suelta a tu creatividad: cuanto más subviertas la técnica, más sorprendente será el resultado del efecto degradado.
Para pintar una pared con efecto sombreado, necesitas los siguientes materiales:
Antes de empezar, asegúrate de que la pared esté limpia y seca. Si hay imperfecciones, grietas o agujeros, rellena inmediatamente los huecos con un poco de masilla. Cubre el suelo y las zonas circundantes con una lámina protectora y coloca cinta de pintor en los bordes de la pared para evitar ensuciar los marcos o el techo.
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Elige dos o tres colores que armonicen bien entre sí. Una combinación clásica podría incluir un tono más oscuro en la parte inferior, con tonos cada vez más claros a medida que se sube hacia el techo. Para un efecto más atrevido, puede experimentar con tonos complementarios o contrastados.
Empieza pintando la parte inferior de la pared con el color más oscuro. Utiliza un rodillo para extender la pintura uniformemente, pero no te preocupes demasiado por conseguir una aplicación perfecta, ya que necesitarás crear matices. Recuerda: la regla es no tener reglas. Deja que se seque antes de continuar.
Una vez seco el primer color, aplica el segundo (más claro) sobre el primero, empezando por donde quieras que empiece el efecto degradado. Utiliza un paño o un pincel para mezclar los dos colores. Puedes dar pequeños toques para difuminar los bordes y crear una transición suave. Procura no crear líneas marcadas entre los colores: el objetivo es conseguir una transición suave.
El efecto degradado se basa en el movimiento del pincel: muévelo vertical o circularmente a lo largo de la línea entre colores, difuminando suavemente para conseguir una transición natural. Si lo deseas, puedes añadir un tercer color en la parte superior de la pared para crear un degradado aún más profundo.
Una vez creado el degradado, deja que la pared se seque por completo. A continuación, si es necesario, aplica una segunda capa para igualar las transiciones o intensificar el efecto.
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Retira la cinta de pintor cuando el barniz aún esté ligeramente húmedo, para evitar que se decolore. Comprueba los bordes y retoca cualquier imperfección.
Para conseguir un resultado impecable, experimenta con la textura. Puedes utilizar diferentes herramientas (brochas, paños, rodillos) para lograr objetivos distintos: un rodillo te dará un efecto más suave, mientras que una brocha es ideal para transiciones más intensas.
Si eres principiante, no fuerces el resultado, sino difumina lentamente: la belleza de esta técnica reside en la gradualidad de las transiciones. Procede despacio y tómate tu tiempo para matizar y degradar bien los colores.
Otro consejo útil es dividir la pared en zonas: traza líneas (por ejemplo, con una cuerda) y obtén de tres a cinco secciones. Cuanto más amplios sean los espacios, más suave será el tono.
Por último, haz siempre una prueba en una zona pequeña, sobre todo si no estás seguro de qué combinación de colores funcionará mejor.