Responsable de comunicación en Indomio España
Regar una planta puede parecer una acción más que sencilla. Pero en realidad, a menudo se cometen algunos errores que pueden repercutir negativamente en el bienestar de la planta.
Veamos qué hay que evitar y cómo regar las plantas correctamente.
Muy a menudo tendemos a regar una planta a horas fijas, como si se tratara de un hábito diario. En realidad, debemos observar las señales que nos envía la planta a través de los cambios de color de las hojas o del estado del suelo: así podremos proporcionarle exactamente lo que necesita.
Además, la cantidad de agua varía en función de la estación, la temperatura exterior y el lugar: una planta en vegetación, que está echando hojas nuevas o flores, por ejemplo, necesita más agua (quizá incluso abonada con aditivos) que la misma planta en un periodo en el que su desarrollo está «latente».
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Una planta, sobre todo cuando las temperaturas son especialmente altas, necesita la cantidad justa de agua, que debe llegar adecuadamente a todas las raíces e hidratar la tierra de manera uniforme.
Puedes poner agua en el platillo, añadiéndola a medida que avanzas, hasta que la planta deje de absorberla, y retirando entonces el exceso: así la regarás a voluntad.
Si la maceta es pequeña, puedes sumergirla en un cuenco o barreño lleno de agua y dejarla en remojo durante unos minutos: de este modo, la tierra se absorberá de forma uniforme y adecuada, y la planta volverá a su platillo con la cantidad de agua adecuada.
También existen en el mercado macetas con lo que se denomina «depósito de agua», que permiten reducir el riego sin dejar de garantizar que la planta reciba la cantidad de humedad adecuada: muchas de ellas tienen una pequeña ampolla que hay que vigilar para saber exactamente cuándo es el momento de regar.
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Observar el suelo es muy importante a la hora de regar una planta. Si la tierra ya está húmeda o mojada, es mejor posponerlo. Si no estás seguro, la mejor forma de evaluar el estado de la tierra en profundidad es introducir una brocheta de madera o un dedo.
Otra regla que debe respetarse al regar una planta es la velocidad. Lo mejor es hacerlo lentamente, asegurándose de distribuir el agua por todas las zonas de la maceta.
A menudo se tiende a pensar que dejar una pequeña cantidad de agua en el plato mantendrá la planta constantemente hidratada, sobre todo si se está fuera unos días.
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En realidad, este comportamiento, además de generar un olor desagradable y actuar como punto de estancamiento para insectos y mosquitos, puede provocar que las raíces se enmohezcan.
Nunca se debe regar una planta cuando hace sol, sino a primera hora de la mañana y/o después de la puesta del sol, cuando el suelo no está excesivamente caliente, para minimizar el riesgo de shock y favorecer la absorción de agua por las raíces.