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El Kalanchoe, una especie vegetal de origen tropical y subtropical, que podría llamarse la planta de la sonrisa ya que se dice que ayuda a recuperar el buen humor y a sentirse bien.
El Kalanchoe cuenta con unas 120 especies diferentes, es una planta suculenta y se introdujo en nuestro país a principios del siglo XX. Pertenece a la familia Crassulaceae y tiene flores que pueden ser blancas, rosas, fucsias, rojas, naranjas y amarillas.
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El cultivo es fácil: esta planta es especialmente resistente y capaz de adaptarse a diferentes condiciones. Necesita mucha luz y poca agua, ya que la acumula en sus propias hojas.
Aunque prefiere el clima cálido, el kalanchoe también puede cultivarse al aire libre. Conviene no regarla demasiado y dejar que la tierra se seque antes de volver a regarla, evitando en cualquier caso el estancamiento de agua.
Es importante elegir macetas o contenedores con suelo bien drenado, favoreciendo las mezclas de tierra de cactus y arena o perlita.
La elección varía en función del lugar donde vivamos. Suele ser preferible mantener el Kalanchoe en el interior, ya que a esta planta le gusta permanecer en un ambiente con una temperatura entre 20-25°C. Puede soportar hasta 35°C, pero no puede permanecer en un ambiente donde la temperatura descienda por debajo de 7°C.
Elige un rincón especialmente luminoso de la casa que asegure a tu Kalanchoe al menos de 4 a 6 horas de luz solar al día.
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El Kalanchoe despliega sus flores de vivos colores durante un largo periodo de varias semanas o incluso meses. Para facilitar la floración, la planta necesita un periodo de descanso durante el invierno, con un tiempo más fresco y, por consiguiente, menos riego. En la fase de reposo, también debe reducirse la exposición a la luz solar.
El Kalanchoe da mucho y pide poco: entre sus requisitos está la preferencia por macetas más pequeñas, donde la planta se siente más cómoda y florece más.