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¿Te gustaría encontrarte en un lugar suspendido en el tiempo, donde cada flor y cada brizna de hierba tienen un significado profundo y una elegancia innata? Los jardines japoneses, con su refinada sencillez y armonía, son un refugio para el alma, un rincón del mundo donde la naturaleza y el arte se unen en una danza silenciosa.
Caminando por los senderos de grava blanca, bajo el delicado follaje de los arces japoneses, te sentirás envuelto por una sensación de paz y serenidad. Cada elemento está cuidadosamente dispuesto, cada estanque refleja el cielo y el follaje de los árboles con una calma cristalina, cada puente invita a detenerse y contemplar el paisaje circundante. Descubramos las características de los jardines japoneses.
Reflejan la cultura y la espiritualidad de Japón y son, por tanto, mucho más que simples espacios verdes. Los jardines japoneses tienen un origen milenario y son una clara manifestación de los principios del budismo y el sintoísmo.
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En ellos se puede experimentar la importancia de la meditación y la contemplación, y venerar la naturaleza (y sus espíritus) a través de la belleza de sus elementos y su perfecta armonía.
Una de las características de los jardines japoneses es el minimalismo. Cada elemento se elige y coloca cuidadosamente para crear una sensación de espacio y tranquilidad.
Las plantas, las rocas y el agua se utilizan con moderación pero eficacia para evocar un paisaje natural en miniatura. Esta sencillez estética permite al visitante centrarse en la belleza intrínseca de cada detalle.
A diferencia de los jardines occidentales, que suelen seguir formas estrictas, los japoneses adoptan la asimetría. Esta elección refleja el ideal estético de belleza imperfecta y pasajera, conocido como «wabi-sabi», y ayuda a crear una sensación de naturalidad y autenticidad, haciendo que cada rincón del jardín sea único y llamativo.
Entre los árboles imprescindibles en un jardín japonés está el cerezo o Sakura, que despierta en primavera con sus flores rosas, creando un espectáculo impresionante, símbolo de la belleza efímera de la vida. No se queda atrás el pino de hoja perenne o Matsu, emblemático de la longevidad por su resistencia al frío invernal.
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Luego están las flores del iris o Hanashōbu, que van del blanco al morado oscuro, y las del crisantemo o Kiku, símbolo de la felicidad. Y de nuevo, la alfombra verde del musgo, perfecta para la meditación, y el bambú, símbolo de fuerza y flexibilidad.
El agua es un elemento central en los jardines japoneses, ya que representa la vida y la pureza. La encontrará en forma de estanques, cascadas y arroyos, diseñados para crear una sensación de calma y serenidad. Las piedras y rocas, por su parte, se utilizan para representar montañas, islas y otros elementos naturales.
No faltan los senderos y puentes, más que meros medios de paso, elementos que invitan a la contemplación: ralentizan el paso del visitante y le permiten disfrutar de cada detalle del paisaje. Por último, las linternas de piedra o tōrō, añaden un toque de belleza y misterio y representan la luz espiritual.